Constantemente el mundo interconectado se enfrenta a importantes retos como emergencias ecológicas, aceleración digital desmedida, retroceso democrático, desigualdad, pandemias y daño irreversible a la biodiversidad. El dictamen es rotundo, el sistema educativo actual no está logrando enfrentarse a estos problemas ni proporcionar aprendizaje a la altura de las circunstancias.
Garantizar el derecho universal al aprendizaje de calidad sin importar la etapa de la vida debe ser prioridad al pensar en transformar la educación, buscando en medida de lo posible reparar las injusticias del pasado y encontrar formas de actuar en pro de un futuro más sostenible.
La educación no debe limitarse a un único rango de edad, las sociedades más vulnerables y desfavorecidas deben tener derecho a oportunidades de aprendizaje y formación a lo largo de toda su vida. Los esfuerzos colectivos se deben unir para reformar al mundo bajo los principios de justicia social, económica y medioambiental.
Estamos atravesando por una crisis educativa, donde las altas tasas de pobreza, exclusión y desigualdad de género crean una segregación en el aprendizaje. La emergencia sanitaria causada por el Covid-19 expuso aún más la disparidad en acceso y calidad de la educación, la violencia, conflictos armados y la regresión en cuanto a los derechos de las mujeres, lo que ha aumentado los niveles de inseguridad.
Una cultura educativa inclusiva y transformada requiere de un importante aumento de inversión, una base sólida integral para el desarrollo y la formación desde la primera infancia, respaldada por un robusto compromiso político y una adecuada planificación a mediano y largo plazo.
Transformar la educación significa impactar tanto a estudiantes como a docentes; dotar a los educandos de conocimiento básico, competencias, actitud y valores como la resiliencia y adaptación los preparará para un futuro aún incierto. Por su parte los educadores deben enfrentarse a cuatro grandes desafíos, la escasez de docentes, la falta de oportunidades de desarrollo profesional, condiciones no óptimas de trabajo y la falta de formación para el crecimiento respecto a liderazgo, autonomía e innovación.
Durante mucho tiempo la brecha digital ha jugado un factor excluyente en el aprendizaje; alrededor de un tercio de infantes en edad escolar (463 millones) no tienen acceso a la educación no convencional. Esta desigualdad se refleja en que grupos vulnerables como mujeres jóvenes y niñas tengan menos oportunidades de aprendizaje.
Transformar la educación abrirá un nuevo debate, la reeducación de los adultos que hoy deciden el mañana de los estudiantes. Impulsar una revolución educativa debe ser un proceso integral que replanteé desde lo más básico hasta lo más profundo de la enseñanza, las materias que se deben impartir, los modelos educativos y los temas en fondo y forma que abarcan las escuelas.
Se puede empezar a revolucionar el mundo a través de la educación impartiendo materias que podrían parecer poco convencionales pero completamente aplicables al mundo actual como: igualdad de género, manejo de la ansiedad, ciudadanía digital, heurística o autodidactismo; ofreciendo talleres útiles para el futuro de los estudiantes por ejemplo métodos de inversión o cómo lidiar con los impuestos. Priorizando el bienestar emocional y la salud mental, enseñando que aquello que nos afecta no siempre es visible.
En Sensei Learning sabemos que no se puede reformar la educación de un día para otro, pero estamos convencidos que sembrar pequeños cambios logra grandes resultados.
Jessica Taifeld